Hablar un poco sobre el halcón

A Mesa Puesta
El viento arrecia de poniente y las nubes barruntan agua, el olor a jara mojada se hace esperar. La primavera se ha vuelto perezosa y no quiero que sea así.
Estoy sentado bajo el cielo gris, las nubes no parecen llevar consigo agua de la cual guarecerme, por lo tanto la llegada de mis huéspedes será bienvenida. En esta ocasión mi emplazamiento busca una perspectiva en simetría con el horizonte, un punto alto donde vislumbrar la hermosa dehesa bañada por el escaso Sol, de la mañana.
La mesa esta puesta y espero que acudan a la cita como en otras ocasiones los oportunistas milanos, mi ansiedad por escuchar los primeros aleteos sobre mi cabeza hace que me suden las manos a pesar del gélido amanecer. Escucho a lo lejos un sonido característico que me hace estremecer como siempre, son graznidos de cuervos, que parecen anunciar la llegada de mis esperados comensales. Como siempre los cuervos escudriñan el lugar y vociferando anuncian que hay pitanza a la vista, aunque prefieren que sean otros los que bajen primero al festín, no saben na!. Comienzo a ver los primeros milanos que han acudido a mi olorosa llamada, son milanos negros, que mezclados con cigüeñas comunes que anidan por la zona tapizan en el cielo, un mosaico de blancos, negros y marrones. Algún pariente cercano acompaña también la escena, el milano real, pero este último tendrá que pelear seguramente para hacerse un hueco en la mesa. El viento arrecia y los veleros del aire, comienzan a llegar.

Vuelos contra viento y marea

Observo los vuelos incesantes de los milanos, su cola es un efectivo timón que se balancea continuamente sorteando las ráfagas de aire que lo golpean sin miramientos, sus alas desplegadas aseguran su estabilidad y no tienen problemas en ir en la dirección de la carne putrefacta.

Alguno de ellos comienza a descender realizando picados y haciendo pasadas sobre los trozos de vísceras, sus garras arrancan del suelo algunos trozos y entonces se lía la gorda, los otros voladores alados han detectado la habilidad del curioso milano negro que con majestuosidad ha arrancado un trozo de carne, cual bisturí y ha salido despavorido sin esperar al resto, pero sus congéneres no cesaran en el empeño de arrebatarle su preciado premio. Los acompañantes más fuertes, más hambrientos o simplemente más ladrones, persiguen a su víctima con insidia, vuelos acrobáticos se suceden posteriormente, quiebros y requiebros sin cesar, cuchilladas al vientre con las afiladas garras, que fallan una y otra vez mientras el atrevido Milano negro que inició la persecución no suelta la golosina.

Los halcones dominan los cielos

Después de observarlos  a través del visor de mi cámara, y sin dejar de apretar el disparador, una y otra vez, me viene a la mente que tal vez los parámetros que cambio con el dedo índice sin descanso, acierten en la exposición deseada para tal fin, que no es otro que retratar esos momentos donde los milanos, reales y negros deambulan por los cielos incansablemente.
A veces casi puedo notar su aliento de lo cerca que me pasan, sus aleteos constantes me envían bufidos a través del aire conductor provocados por su aleteo cercano, no paro de mirar de un lado a otro y mi tele-objetivo ha dejado de tener paciencia moviéndolo continuamente sin temor a delatarme, son tantos y tan hambrientos que el klic, klic, de mi Nikon, ya no les asusta, solo los cuervos se mantienen alejados viendo como los negros plumíferos se pelean por los pocos trozos de carne que aún quedan. Dejo por un instante de hacer fotos al ver que mi tarjeta está casi completada de Mb, disfruto con la escena y escojo los mejores momentos para terminar el trabajo fotográfico. Siento por otra parte que se me han escapado muchos otros instantes extraordinarios, pero estoy satisfecho, de nuevo las aves y su naturaleza me han hecho pasar un buen rato, sin duda estas rapaces son dueñas del viento.

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